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Libro del Eclesiastés

Dore Solomon Proverbs

Datos básicos
Lugar ¿Jerusalén?
Idioma Hebreo
Números
Nombre
Hebreo תֶלֶהֹק,
Griego εκκλησιαστης
Más datos
Testamento Antiguo Testamento
Sección Sapienciales

El Libro del Eclesiastés, a veces conocido como el Libro del Predicador, es un libro del Antiguo Testamento de la Biblia, y también del Tanaj, perteneciente al grupo de los denominados Libros Sapienciales, o de enseñanzas. En el Tanaj judío se ubica entre los Ketuvim (o los "escritos"). En el ordenamiento de la Biblia, el Eclesiastés sigue a los Proverbios y precede al Cantar de los Cantares, mientras que en el Tanaj se encuentra entre estos dos mismos libros, pero en orden inverso: le antecede el Cantar de los Cantares, y le sucede el de Proverbios.

No debe confundirse con el Libro del Eclesiástico, el cual es otro libro sapiencial del Antiguo Testamento, de nombre similar.

Nombre del libro[]

El autor se llama a sí mismo Qohéleth, que significa literalmente "el hombre de la asamblea" o "el representante de la asamblea", el vocero, un tribuno de la asamblea del pueblo, que cansado de las ideas dominantes, se decide a tomar la palabra. En el Tanaj, Qohéleth es el nombre que se da al libro. La Septuaginta griega lo traduce como κκλησιαστής (Ekklesiastés), que significa "miembro de la congregación" o de la asamblea (ecclesía), y de ese título se deriva el título español Eclesiastés.

Qohéleth ha sido traducido a partir de Lutero como "el predicador" (Der Prediger) o mejor aún "el orador", persona que expone un tema ante una audiencia. Sin embargo, una traducción más aproximada de Qohéleth es "el congregador", lo que también aplica mejor a Salomón e indicaría con qué propósito escribió el autor el libro.[1]

La palabra predicador, sin embargo, no intenta sugerir una congregación ni un discurso público, sino sólo el anuncio solemne de verdades sublimes.[2]

Autor y datación[]

Eclesiastés es un libro postexílico, cuyo autor se llama a sí mismo "hijo de David" y "rey en Jerusalén" (1:1 ), atribuido tradicionalmente, al igual que el Libro de Proverbios, al rey Salomón. Actualmente su autoría se considera un misterio.

Varios círculos de eruditos niegan la a autoría salomónica. Comentan que se atribuía a Salomón cualquier obra de tema filosófico eminente de la que se desconocía el autor y que el estilo literario y el uso de la lengua lo ubica en tiempo de los persas de Ciro. Otro argumento es que el autor dice explícitamente en Eclesiastes 1:12 que en el momento de escribir el libro ya no era rey " fui rey en Jerusalén". Sin embargo, quienes defienden la autoría salomónica sostienen que esta última idea presenta oposición histórica pues Salomón fue el hijo de David que llegó al trono, y que su comentario "fui" puede ser una figura retórica o poética.

Actualmente la mayoría de los eruditos comentan que conocer la fecha y autoría del libro con certeza es imposible por falta de evidencias históricas. El círculo de comentaristas a favor de la autoría salomónica lo sitúan en su vejez, cuando su filosofía había sido enriquecida por filosofías foráneas.(1 R 10:23-24 ).

El primero en dudar de la autoría salomónica del Eclesiastés fue Hugo Grocio, en 1644, quien encontró que en el texto hebreo hay muchas palabras que solamente se encuentran en Daniel y Esdrás. En 1875, en su comentario al Cantar de los Cantares y Eclesiastés, Franz Delitzsch probó que el hebreo de este último no corresponde a la época de Salomón y es posterior al exilio. El autor parece un hombre incuestionablemente ilustrado.

Qohélet conoce lo que pasa fuera de las fronteras de Israel, ha viajado y ha estado en profundo y prolongado contacto con el helenismo. Aunque esto es claro, mucho más difícil resulta establecer con cuál de las tres grandes corrientes de pensamiento helénico comulga o simpatiza: no se sabe si fue cínico, epicúreo o estoico.

Tanto Siegfried como Podechard sostuvieron que el libro estaría compuesto por una base original a la que se han ido añadiendo diversas partes. Ya el epílogo, por el modo en que menciona al autor, sería de redacción posterior. Otros refranes que echan mano de cierta métrica muestran quizás la intervención de otro autor. Sin embargo, los indicios no son suficientes todavía como para afirmar con certeza la diversidad de autores.

La lengua del escrito es ya fuertemente arameizante, con términos que provienen del lenguaje común de la calle o el mercado y con algunos préstamos del persa (como pardes: jardín, huerto, parque; medina: provincia, distrito, barrio), en tanto que las reflexiones corresponden más bien a un fondo helénico.[3]

Género[]

Eclesiastés ha tomado su forma literaria de la tradición de Oriente Medio de la autobiografía ficticia, en la que un personaje, a menudo un rey, relata sus experiencias y saca lecciones de ellas. Koheleth se identifica a sí mismo como un rey, habla de su búsqueda de la sabiduría, relata sus conclusiones y reconoce sus limitaciones. Pertenece a la categoría de literatura de la sabiduría, el cuerpo de los escritos bíblicos que dan consejos sobre la vida, junto con reflexiones sobre sus problemas y significados.

Eclesiastés se diferencia de los otros libros de la sabiduría bíblica en ser profundamente escéptico sobre la utilidad de la Sabiduría en sí. Eclesiastés a su vez influyó en las obras deuterocanónicas, Sabiduría y Eclesiástico, los cuales contienen rechazos de la filosofía de futilidad.

Sabiduría era un género muy popular en el mundo antiguo, se cultivaba en los círculos de los escribas y dirigida a los jóvenes. Hay fuertes indicios de que algunos de estos libros o, por lo menos, algunos dichos y enseñanzas, fueron traducidas al hebreo e influyó en el Libro de los Proverbios y en Eclesiastés. También pudo haber sido influenciado por la filosofía griega, específicamente las escuelas de estoicismo, que sostenía que todas las cosas son fatal y el epicureísmo, que sostenía que la felicidad se conseguia en los placeres más simples de la vida.[4]

Canonicidad[]

Estaba en el canon judío para el siglo I d. C. y aunque se elevaron dudas en ese ámbito, el Concilio de Jamnia los disipó. Se han encontrado fragmentos del Qohélet en las cuevas de Qumram.

En el ambiente cristiano, solo Teodoro de Mopsuestia opuso o minimizó la canonicidad del libro.

Contenido[]

La estructura del Eclesiastés se presenta como difusa o formada por una serie de 35 apartados sin conexión. Pero la Biblia de Jerusalén propone, a juicio de David Gonzalo Maeso:

  • I Parte (1-6):
  1. Título y prólogo sobre el hastío.
  2. Cuatro decepciones: la realización de Salomón, la condición mortal, el individuo en la sociedad y el dinero y la riqueza.
  • II Parte (7-12):
  1. Prólogo sobre la risa.
  2. Otras cuatro decepciones: sanción en esta vida, insatisfacción del amor, caprichos de la fortuna y la senectud.

El Eclesiastés se pregunta cómo afrontar la vida, ya que nada en ella es seguro excepto la muerte. Tiene un tono marcadamente existencial. Reflexiona sobre la fugacidad de los placeres, la incertidumbre que rodea al saber humano, la futilidad de los esfuerzos y bienes de los hombres, la caducidad de todo lo humano y las injusticias de la vida.

La incertidumbre de la existencia es el centro de las reflexiones de Koheleth. Nos invita a disfrutar de la vida, pues nunca podemos estar ciertos de qué nos deparará y también las alegrías de este mundo son un don de Dios. Recomienda aceptar con serenidad las desgracias y la adversidad, pues también ellas serán tan pasajeras como lo es todo en la vida del hombre. La injusticia que con frecuencia domina lo humano, el valor de la sabiduria a pesar de sus inevitables límites, lo inútil de todo afán del ser humano que necesariamente concluye con la muerte, son algunos de los temas intemporales sobre los que reflexiona.

El Eclesiastés formula varios tópicos literarios universales del desengaño: Edad de oro o "Cualquiera tiempo pasado fue mejor", Vanitas vanitatum , Ubi sunt?, Nihil novum sub sole... pero la conclusión principal tiene que ver con el conocido carpe diem: disfruta del día, disfruta del momento, aprovecha lo que la vida te ofrece para equilibrar el dolor. Quizás el mejor extracto de esta propuesta existencialista se encuentre en Ecle. 9.

El profesor Antonio Bonora muestra con claridad que en el Eclesiastés enseña que la vida humana está abocada sin remedio a la muerte y a finitud, y, ya que el conocimiento añade dolor, el pensamiento de la muerte enseña a vivir sin temor la propia condición de criatura, esto es, de ser finito y limitado; la auténtica culpa existencial consiste en la no aceptación de la finitud del ser, en la desesperación que surge por no poder llegar a ser como Dios, en amargarse la existencia en la infinitud del miedo de morir. Cuando el hombre se reconoce y se acepta, frente a Dios, como criatura finita y mortal, conquista la libertad de disfrutar de la vida y de sus dones sensacionales.

Se señala a menudo la conexión del Eclesiastés con el Libro de Job. La pregunta ética por la justicia, o la pregunta por el sentido del sufrimiento, que Job plantea, tiene un contexto de creencias semejante. Así, al final del Libro de Job, éste, al depositar su confianza en Dios, alcanza una vida larga y próspera y mucha descendencia, la máxima expectativa de un ser humano.

Críticas desde el cristianismo[]

El Eclesiastés ha sufrido variadas críticas, que dependen exclusivamente de citar fuera de contexto y en forma aislada algunas de sus afirmaciones. Así, se lo ha acusado de pesimista, escéptico y epicúreo. Estos así llamados "errores" desaparecen cuando se contempla a Kohélet en el marco de la sociedad, la religión y la filosofía de su época, ya que el libro se adapta muy bien a la doctrina hebrea de aquel tiempo y a los principios éticos y morales del judaísmo sin contradecirlos en nada.

No es infrecuente que desde posturas cristianas se eche en falta en el Eclesiastés un sentido de la trascendencia de la vida más allá de la muerte. Lo cierto es que el dogma cristiano de la inmortalidad del alma no forma parte de las creencias del judaísmo originario, aunque si hace referencia de la trascendencia espiritual en el Capítulo 12:7.

El Eclesiatés es un clásico libro sapiencial cuya intención parece marcado en enseñar a vivir y acompañar al hombre en los vaivenes de su vida. Cobra pleno sentido que disfrutemos cuanto podamos de ésta y no nos desesperemos cuando la fortuna nos sea contraria. Todo pasará. Hemos de mantener nuestra confianza en Dios, no porque nos premie con la eternidad, sino porque Él es la única garantía de justicia y sentido que en vano buscaremos en el mundo humano.[5]

Referencias[]

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