Santa Biblia Wiki
Advertisement
Principal
Camino
Referencias

El Cielo es el estado de felicidad de quienes mueren en gracia de Dios, es la sentencia de premio en el juicio divino y la situación de gozo completo sin mezcla de dolores que reciben quienes alcanzan la santidad y se presentan ante el Señor con el alma limpia, brillante, adornada de virtudes y buenas obras.[1]

Concepciones[]

Existen abundantes y diversas fuentes para concepciones del Cielo, la visión típica del creyente parece depender en gran medida de su tradición religiosa particular. Diversas religiones han descrito el Cielo como poblado por ángeles, dioses o héroes. El Cielo suele ser interpretado como un lugar de felicidad eterna. Generalmente se cree que la relación entre este concepto y la esfera celeste fue propuesta por primera vez por los antiguos astrónomos-sacerdotes.
El concepto de Cielo fue supuestamente importado al judaísmo desde el zoroastrismo, quizá por el profeta Daniel debido a su exposición a los magos zoroastrianos en la corte de Darío I. La creencia en el Cielo parece haber suplantado el anterior concepto de Sheol mencionado en varios libros de la Biblia, como Isaías 38:18, Salmos 6:5 y Job 7:7-10. Sin embargo, muchos teólogos afirman que el Sheol es el seno de Abraham, que era una parte del Infierno en donde los profetas y creyentes estarían hasta que sus pecados fueran redimimidos por el Mesías, entonces los que vivían allí serían llevados al Cielo, al igual que todos los redimidos que mueran.
Los cristianos creen que Jesucristo fue el Mesías, que ya vino y los redimió, pero los judíos aún están esperando a su Mesías redentor profetizado en sus libros sagrados, Tanaj. El concepto de Cielo e Infierno era de los fariseos y los conservadores saduceos mantuvieron su creencia en el Sheol.
En el cristianismo, el Cielo es un retorno al estado de la humanidad anterior a la caída, un renovado mundo en el que la humanidad se reúne con Dios en un perfecto y natural estado de existencia eterna. Los cristianos creen que esta reunión se logra mediante la obra redentora de Jesucristo de morir en la cruz por los pecados de la humanidad. Afirman que es un lugar de gozo, paz y felicidad suprema y eterna.[2]

Existencia del Cielo[]

Existe un cielo en donde Dios dará felicidad y los más ricos dones a todos aquellos que dejaron esta vida libres del pecado original y pecado personal mortal y aquellos que están, consecuentemente, en estado de justicia y amistad con Dios.[3][4]
La existencia del Cielo es, por su puesto, negada por los ateos, los materialistas y panteístas de todos los siglos como también por aquellos racionalistas que enseñan que el alma muere con el cuerpo y por todos los que niegan la existencia de Dios o la inmortalidad del alma. Pero el resto, si nos abstraemos de la calidad específica y el carácter sobrenatural del Cielo, la doctrina nunca se ha encontrado con una oposición digna de notar. Incluso la mera razón puede probar la existencia del Cielo o el estado de felicidad del justo en la próxima vida.
Dios hizo todas las cosas para su honor y gloria. Cada creatura manifiesta las perfecciones Divinas al ser semejantes a Dios, cada una de acuerdo a su capacidad. Aunque el hombre es capaz de ser en la forma más grande y más perfecta semejante a Dios cuando conoce y ama Sus infinitas perfecciones con un conocimiento y amor análogos al propio amor y conocimiento de Dios. Por lo tanto, el hombre es creado para conocerlo y amarlo a Él. Más aún, su conocimiento y amor es para ser eterno; por eso, porque su alma es inmortal es que el hombre tiene esa capacidad y ese llamado. Por último, conocer a Dios y amarlo es la ocupación más noble de la mente humana y consecuentemente también su felicidad suprema. Por lo tanto, el hombre es creado para la felicidad eterna; e infaliblemente, la logrará por lo mismo, a no ser que, por el pecado, se haga indigno a tan alto destino.
Dios hizo todas las cosas por Su gloria formal, la cual consiste en el conocimiento y amor mostrados a Él por las criaturas racionales. Las criaturas irracionales no pueden darle gloria formal a Dios directamente, aunque deben asistir a las criaturas racionales a hacerlo. Esto lo pueden hacer manifestando las perfecciones de Dios entregando otros servicios; mientras que las creaturas racionales deben, por su propio conocimiento personal y amor a Dios, referir y dirigir a todas las creaturas a Él, como su fin último. Por lo tanto, toda creatura inteligente en general, y el hombre en particular, está destinado a conocer y amar a Dios por siempre, aunque pueda perder la felicidad eterna por el pecado.
Dios, en su infinita justicia y santidad, da su debido premio a la virtud. Pero, como la experiencia lo demuestra, el virtuoso no recibe un premio suficiente aquí; por ende, será recompensado más adelante y el premio es eterno, dado que el alma es inmortal. Tampoco podemos suponer que el alma en la próxima vida deba merecer la continuación de su felicidad por una serie continua de combates; porque esto sería repugnante a todas las tendencias y deseos de la naturaleza humana.
Dios en su Sabiduría estableció en la ley moral una sanción suficientemente apropiada y eficaz. No se puede decir que esa sanción exista, a no ser porque cada hombre es premiado en la medida de sus buenas obras. Es insuficiente, la mera aflicción por el pecado. En todo caso, el premio por las buenas obras es el mejor medio para inspirar celo por la virtud. La naturaleza misma nos enseña a premiar la virtud en otros en las oportunidades que podemos y esperamos un premio por nuestras propias buenas acciones por parte del Supremo Regulador del universo. Este premio, no dado en este mundo, sino mas adelante.
Dios ha implantado en el corazón del hombre amor por la virtud y amor por la felicidad; consecuentemente, Dios, por su propia Sabiduría, al premiar la virtud, establece una armonía perfecta entre estas dos tendencias. Pero tal armonía no está establecida en esta vida; por lo tanto, sobrevendrá en la próxima.
Todo hombre tiene un deseo innato por la beatitud perfecta. La experiencia lo demuestra. La visión de los bienes imperfectos de la tierra, naturalmente nos lleva a formarnos un concepto de una felicidad tan perfecta de manera que satisfaga todos los deseos de nuestro corazón. Pero no podemos concebir tal estado, sin desearlo. Por lo tanto, estamos destinados a una felicidad que es perfecta y, por esa misma razón, eterna; y será nuestra, a no ser que la perdamos por el pecado. Una tendencia natural sin un objeto de esa tendencia, es incompatible tanto con la naturaleza como con la bondad del Creador. Los argumentos, pues, muy avanzados, prueban la existencia del Cielo como un estado de felicidad perfecta.
Hemos nacido para cosas más elevadas, para la posesión de Dios. Este mundo no puede satisfacer a ningún hombre, y menos aún al sabio.
Hemos sido creados para la Sabiduría, para la posesión de la perfecta verdad de su tipo. Nuestras facultades mentales y las aspiraciones de nuestra naturaleza dan prueba de ello. Pero el conocimiento insuficiente que podemos adquirir en este mundo, no tiene proporción a las capacidades del alma. Deberemos poseer la verdad y una perfección más alta más adelante.
Dios, nos hizo para la santidad, para el triunfo completo y final sobre la pasión y para la perfecta y segura posesión de la virtud. Nuestras aptitudes naturales y deseos son testigos de esto. Pero este objetivo feliz no se alcanza en este mundo, sino en la próxima vida.
Fuimos creados para el amor y la amistad, para la indisoluble unión con nuestros amigos. En el sepulcro de aquellos que amamos, nuestro corazón desea una reunión futura. Este lamento de la naturaleza no es una ilusión. Una reunión alegre y eterna espera el hombre justo más allá del sepulcro.
Es convicción de la gente que hay un Cielo en el cual el justo se regocijará en la próxima vida. En los asuntos fundamentales de nuestro ser y destino, una convicción tan unánime y universal, no puede estar equivocada. De otro modo, este mundo y el orden de este mundo quedaría como un total enigma para las creaturas inteligentes, que deben saber al menos, cuales son los medios necesarios para alcanzar su destino final.
Algunos niegan la existencia del Cielo y estos son prácticamente todos ateos o epicúreos. Pero, seguramente, no puede ser que todo el resto esté errado y una clase aislada de hombres como éstos no son los verdaderos guías en las cuestiones más fundamentales de nuestro ser. Porque el repudio a Dios y a Su Ley, no pueden ser la llave de la sabiduría. La Revelación también proclama la existencia del Cielo.

La ubicación del Cielo[]

Algunos son de la opinión que el cielo está en todas partes, como Dios está en todas partes. De acuerdo a este punto de vista, los benditos se pueden mover mas o menos libremente en todas partes del universo, y aún se mantienen con Dios y lo ven todo. En todas partes también, se mantienen con Cristo en Su Sagrada Humanidad y con los santos y ángeles. Porque, de acuerdo a los seguidores de esta opinión, las distancias espaciales de este mundo ya no pueden impedir la comunicación mutua entre los benditos.
Sin embargo, en general, los teólogos consideran mas apropiado que debe haber una morada especial y gloriosa en la cual los benditos tienen su hogar particular y donde habitan normalmente, aunque son libres de ir por este mundo. Porque en los alrededores del cual, los benditos tienen su morada de acuerdo a su estado de felicidad; la unión interna en caridad que los une en afecto, encontramos la expresión externa de esta comunidad de habitación. Al final del mundo, la tierra junto con los cuerpos celestes serán transformados gloriosamente y serán partes del lugar de morada de los benditos. Por tanto, parece que no hay suficientes razones para atribuir un sentido metafórico a esas numerosas expresiones de la Biblia que sugieren un lugar de morada definitivo de los benditos. Por lo tanto, los teólogos, generalmente sostienen que el Cielo de los benditos es un lugar especial con límites definitivos. Naturalmente, este lugar se sostiene que existe, no dentro de la tierra, sino, de acuerdo con las expresiones de las Escrituras, sin y más allá de sus límites. Todo detalle posterior en relación con su ubicación es bastante incierto. La Iglesia no ha decidido nada sobre esta materia.[5]

Descripción del Cielo[]

El Cielo es felicidad que rebasa nuestros deseos, actividad sin cansancio, descanso sin aburrimiento, conocimiento sin velos, grandeza sin exceso, amor sin afán de posesión, perdón sin memoria, gratitud sin dependencia, amistad sin celos, compañía sin estorbos. En el Cielo, Dios nos concederá mucho más de lo que podemos pedir o imaginar y aún aquello que no nos atrevemos a pedir.
Realmente puedes imaginarte el Cielo como quieras: imagina el lugar más bello que hayas visto, llénalo de todo lo que te guste y quítale todo lo que te disguste, despúes pon en él todo lo bueno que te puedas imaginar, acompañado de gente extraordinariamente buena y simpática, haciendo aquello que más te guste. Cuando hayas terminado de visualizar así el Cielo, puedes estar seguro de que esa imagen es nada junto a lo que realmente será.[6]

Referencias[]

  1. El Cielo
  2. Cielo (religión)
  3. En relación con aquellos justos que dejaron esta vida en pecado venial o quienes aún están sujetos a castigo temporal por el pecado, ver Purgatorio.
  4. Por el lado de aquellos que murieron libres de pecado personal, pero infectados con el pecado original, ver Limbo.
  5. Cielo
  6. ¿Qué es el Cielo?
Advertisement